Allá por septiembre, la decisión estaba casi tomada, lo que algunos llaman la “vida adulta” había llegado a imponerse en mi vida y en la locura que tenía como rutina el baloncesto era una de la que creía prescindible. Para ello, afrontaba una temporada con dos equipos muy especiales surgidos de los dos grandes proyectos que había tenido el club en los últimos años: el primer equipo surgido del proyecto benjamín, que en su segundo año alevín tenía un nivel de competición y un nivel de equipo en cotas muy altas, y el junior femenino, la guinda al proyecto de la sección femenina que tantos dolores de cabeza nos había dado. Pero el primer día que empezó todo ya se veía que esta no iba a ser una temporada normal, que era diferente. Porque hoy debería estar terminando la temporada y despidiéndonos hasta septiembre, pero estamos luchando contra este virus en casa.
En los primeros días de temporada, mientras formábamos todo y poníamos los cimientos de esta nueva temporada, veía a mi alrededor una implicación y unas ganas que hacían plantearse muchas cosas. Porque si hay algo que este Club puede dar es ese apoyo de familia que en ningún sitio se puede comprar ni vender, porque esa sensación solo se tiene cuando lo que se hace es de verdad, cuando lo que prima es que el que esté a tu lado nunca caiga. Porque si este año he aprendido una cosa es a mirar atrás, es a mirar a tu compañero que está en el banquillo sin poder levantarse, a los que se rompen la cabeza para que el puzle funcione, al motor de este club que se esconde tras un bigote, es pedir consejo a los que admiras, es aprender de esos padres que sufren cada sábado en las gradas, es ver cómo la confianza da sus frutos, es ver las miradas de los chicos en los momentos de frustración cuando en su etapa de aprendizaje no saben controlar sus sentimientos, es ver a las chicas decepcionadas porque saben que han fallado, es ver las sonrisas de disfrutar de este deporte y es ver como todo se junta en el amor por este deporte. Porque en los 12 años que llevo en el club, nunca había disfrutado tanto, tanto de mis equipos como de los demás y , lo mejor, es que todos y cada uno de mis compañeros tenía la misma sensación.
Parafraseando a un gran entrenador de futbol: “el baloncesto es la cosa más importante de las cosas menos importantes” y es eso exactamente lo que se genera alrededor de este Club, que tantos y tantos años llevamos viendo. Porque esto que iba a ser una carta de despedida hace unos meses se convierte en una carta de agradecimiento y de renovaciones de intenciones, porque la temporada que viene no será nada igual, salvo nosotros, que seguiremos allí cada día que nos toque ir a entrenar a disfrutar, y salvo nuestr@s jugadores, que seguirán amando este deporte por encima de todo.
Porque «Tal vez lo que te hace grande no entienda de cómo y por qué»
Luis González
